Durante una meditación sobre la humildad me volvió la vieja duda de que un alma tan miserable como la mía, no cumpliría la tarea que el Señor exigía. En el mismo momento en que yo analizaba esa duda, el sacerdote que predicaba los ejercicios espirituales, interrumpió el tema de la predica y dijo justamente lo que yo tenía en duda, es decir, que Dios elige generalmente a las almas más débiles y más simples como instrumentos para realizar sus obras más grandes, y ésta es una verdad incontestable. Veamos a quiénes eligió como Apóstoles, o veamos la historia de la Iglesia, qué obras tan grandes realizaron las almas que eran las menos aptas para hacerlo, porque justamente en esa forma las obras de Dios se revelan como tales. Cuando mi duda cedió completamente, el sacerdote volvió al tema sobre la humildad. (DSF 464)
Cada uno de los que conformamos la Obra de la Casa de la Misericordia somos instrumentos frágiles, débiles, que nos sostenemos solamente del Señor. Nos unimos a San Pablo diciendo que en medio de nuestra fragilidad Dios se manifiesta, así no queda duda, no son nuestros meritos o capacidades, es el Señor el que decide utilizarnos como instrumentos de Su Misericordia para manifestar Su Poder.
Todo el caminar de nuestra Obra ha sido una experiencia de fe. Lo que nos ha movido ha sido un deseo inmenso de que sea conocido Aquel que nos ha transformado la vida, que le dio sentido a cada uno de nuestros deseos e ilusiones, al Señor Jesús, quien ha sido misericordioso y nos mira constantemente con misericordia.