fbpx

Discipulado - Jesús nos busca

Conectate en vivo:https://youtu.be/TDinzwHaiCk

Discipulado - Jesús nos busca

Empezamos nuestro proceso de discipulado con una afirmación, con una convicción: “Jesús nos busca” y ciertamente lo hace para ofrecernos su Vida abundante, su vida plena, su vida de gracia. El que nos encontremos aquí, obedece a ese lugar de encuentro que El mismo Señor ha preparado para encontrarnos. Dios es el que ha tomado la iniciativa, no nosotros, no tengamos miedo de abrirle la puerta aún más todavía, solo con su amistad se abren las grandes potencialidades de la condición humana.

Documento de Aparecida No. 15 Queremos hacer nuestras las palabras de SS. Benedicto XVI al inicio de su Pontificado, haciendo eco de su predecesor, el Siervo de Dios, Juan Pablo II, y proclamarlas para toda América Latina: ¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!…quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera… ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida. (p. 14)

El Señor Jesús desea estar con nosotros, es el Emanuel (cfr. Mt 1,23), el Dios con nosotros. Este principio nos lo sugiere el misterio de la encarnación; El Señor en un acto libre y amoroso se ha insertado en nuestra historia, se ha encarnado en el vientre de María, se ha incrustado en nuestra humanidad, la ha asumido, se hizo hombre para compartir nuestro trasegar, para caminar a nuestro lado y salvarnos no desde fuera sino desde dentro en nuestras propias historias, no desde lo lejano, sino caminando junto a nosotros, desde las profundidades de la vida misma.

El Misterio de la encarnación es parte del accionar del amor de Dios Padre que nos busca en Jesús. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3, 16-17)

Dios nos busca, ha descendido a las profundidades del mar del mundo donde solemos escondernos o guardarnos en cuevas de temores o miedos, de insatisfacciones y desesperanzas, Dios ha descendido y ha buscado en lo profundo del mar oscuro donde ha caído nuestra vida, ha tenido que bucear en lo profundo del mar hasta donde yacen las perlas metidas en su concha y aprisionadas es su dura concha las ha encontrado, pero están tan resistentes, escondidas en su dureza, en sus excusas y necedades.

Así Dios ha decidido buscarnos hasta en lo más bajo donde equivocados decidimos instalarnos, en el horror del pecado. Jesús Misericordioso le recuerda a Santa Faustina ese movimiento de búsqueda, esa iniciativa amorosa, personalizando los motivos o razones de su residencia en la humanidad, como lo consigna la Santa en su Diario espiritual:

Mi misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero. ¿Quién ha medido Mi bondad? Por ti bajé del cielo a la tierra, por ti dejé clavarme en la cruz, por ti permití que Mi Sagrado Corazón fuera abierto por una lanza, y abrí la Fuente de la Misericordia para ti” (DSF 1485 C).

Dios sabe que su perla fina a veces se encuentra enconchada, atrapada, acomodada en sus oscuridades más densas y en sus profundidades más frías, en las profundidades de un mar oscuro, de un mundo sin luz, pero Dios desciende hasta donde te encuentres tú y lo paga todo por ti porque eres su perla, se entrega todo, paga con su vida, con su Sangre por tan grandioso rescate.

Esa es la manera como el Señor y Maestro buscaba a sus discípulos a la orilla del lago en Galilea y en lo profundo del mundo oscuro y frio donde se encontraban sus vidas, a ellos les contaba con esta parábola del Reino, su movimiento amoroso hacia ellos, y también nos lo cuenta a nosotros hoy: También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. (Mt, 13, 45-46)

Fraternalmente,
Lina Marcela Gallego y Cindy Oliveros
Misioneras de la Casa de la Misericordia
MOSTRAR MENOS